jueves, 28 de febrero de 2013

¿Los políticos son trabajadores?

Cuando una maestra, una enfermera o una policía faltan a su lugar de trabajo reciben algún tipo de sanción (a menos, claro, que justifiquen su inasistencia con causas válidas). Cuando un parlamentario lo hace, por el contrario, no le pasa nada. Curioso, ¿verdad?

La excusa del parlamentario es que… ¡la falta es parte de su trabajo! Así como suena. Es decir, muchas veces los parlamentarios faltan a las sesiones en la Cámara de Diputados o de Senadores por motivos personales como enfermedades, asuntos familiares o viajes vinculados a cuestiones laborales, pero en muchas otras ocasiones los parlamentarios no van a trabajar con la excusa de que así es el modo en el que trabajan. Hablo, por supuesto, sobre “no dar quórum”.

El quórum es una medida que existe para que una mayoría circunstancial no se apodere de una sesión parlamentaria y vote leyes que sólo ellos aprueban. Por ejemplo, si el quórum no existiera, podría darse la situación en la que unos 20 miembros del Frente Amplio Progresista sean los únicos presentes en la Cámara de Diputados, por lo que tendrían vía libre para aprobar la industrialización del aborto, la legalización del suicidio asistido, la liberalización de las drogas y tantas otras consignas espurias que ellos defienden. 

El problema es cuando un bloque estudia una cuestión, fija una posición, y, tras averiguar si hay o no posibilidad de consenso, decide no presentarse a la sesión para evitar dar quórum. Esa movida, una ausencia masiva y voluntaria, es considerada válida dentro de las márgenes de la actuación parlamentaria. 

Lo obvio aquí es que lo malo no es que un parlamentario pegue el faltazo para sabotear la discusión de una ley, sino que lo malo es que un parlamentario concentre tanto poder en sus manos que pueda darse el lujo de cobrar unos cincuenta mil pesos por mes y faltar a su trabajo ¡como parte de su trabajo! Esto constituye una verdadera burla al trabajador que lo votó. 

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