domingo, 17 de marzo de 2013

Los miserables


Tras haber conocido la reacción adversa de muchos habitantes de la Argentina sobre la designación del Cardenal Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice de la cristiandad pude constatar que este país está lleno de gente violentamente resentida y ciegamente intolerante, es decir de miserables. 

De las muchas reflexiones que han circulado sobre el asunto, opto por estas dos, pues se asemejan bastante a mi punto de vista acerca del asunto.

Del diario La Nación: 
Un compatriota se ha convertido en el líder espiritual de 1200 millones de almas en el mundo y será por mucho tiempo una de las figuras más destacadas del universo. Es un momento único, necesariamente irrepetible. 
Según encuestas hechas sobre la marcha, un 98 por ciento de los argentinos está contento con el advenimiento del papa argentino. El papa Bergoglio será en adelante una referencia permanente para una inmensa mayoría de los ciudadanos de su país. El Pontífice ayudó inesperadamente a los argentinos a recuperar la autoestima nacional, perdida por un país que dio durante décadas malas noticias al mundo. Salvo en el momento inicial de la democracia, en 1983, antes y después sólo se habló de una nación cruel, donde la muerte era más importante que la vida. De un país de violaciones, de hiperinflaciones, de default, de confiscaciones, de pobreza y de un devastador sufrimiento social.
Una sombra imperceptible que salió de aquí lo manchó injustamente en el mundo. La Argentina habita el pasado, sea éste real o imaginario. Es imaginario en el caso de las acusaciones sobre el Papa y sus supuestas vinculaciones con la dictadura. La dictadura argentina tiene, con razón, mala fama mundial. El papa Bergoglio es una persona desconocida por la prensa y el gran público del exterior. Injustificadas informaciones originadas en la Argentina encontraron eco, quizás ingenuo, en gran parte del periodismo internacional. 
Es notable que quienes se proponen debilitarlo pertenezcan a la izquierda local muy cercana al kirchnerismo. Ningún testimonio serio de los años 70 señaló nunca a Bergoglio como cómplice de los militares. Tenía entonces sólo 35 años y ningún otro rango que el de simple cura. 
El Papa es un hombre honrado y humilde que habla de paz. El kirchnerismo lo consideró, por eso, extraño y lejano. Fue el principal inspirador del Diálogo Argentino, un esfuerzo de la Iglesia para frenar la crisis política, económica y social que estalló en la Navidad de 2001. El posterior kirchnerismo detestó aquel intento dialoguista. El Gobierno inscribe a Bergoglio como un enemigo. Muchas de las voces que se han levantado ahora para acusarlo responden directamente a la Casa de Gobierno. Ésta dejó hacer, por lo menos. El Papa hizo un gesto: recibirá mañana a Cristina en una audiencia especial. ¿Cambiarán las cosas? 
Están las broncas del pasado, que el kirchnerismo nunca olvida, y está el temor al futuro. La Argentina no será la misma con el papa Francisco, lo quiera éste o no. Hay cosas inevitables, más allá de la voluntad del vicario de Cristo. Su segura visita al país en algún momento de este año movilizará multitudes como no se han visto nunca. Multitudes que el kirchnerismo no controlará. 
La Iglesia argentina será también distinta mientras haya en Roma un papa argentino. Es fácilmente predecible que muchos argentinos se reencontrarán con el misterio de la fe y que los líderes religiosos locales tendrán un poder más grande que el que tuvieron hasta ahora. La palabra de la Iglesia recobrará un peso distinto y mayor. El kirchnerismo se siente desde ahora disputando un poder y un espacio que se le escapan sin remedio. Las cosas inesperadas tienen consecuencias inevitables hasta para el propio Papa. 
Del blog Relato del Presente
Como no podía ser menos, la Arquitecta Egipcia, Exitosa Abogada, Capitana de los Siete Mares y Hada Madrina de los Gnomos de la Patagonia, nos sorprendió nuevamente al hablar de pobreza y misión pastoral, como si fuera Santa Clara de Asís, pero sin haber dejado los lujos ni haber salido a caminar por los barrios marginales. De este modo, dirigiéndose al flamante Papa Francisco -al cual ninguneó, boludeó y dejó plantado mil veces- dijo que este gobierno siempre optó por los que menos tienen, y eso es lo que sus presuntos enemigos -incluyamos al Papa- no le perdonan. Toda una declaración de bienvenida. 
Los silbidos de la monada no se hicieron esperar y la réplica de los mismos llegó a las redes sociales, donde se difundió una foto en la que un supuesto Bergoglio le daba la comunión a Jorge Rafael Videla. Llegué a pensar que El Curioso Caso de Benjamin Button se inspiró en el nuevo Papa, dado que está más joven ahora, con 76 años, que a los 38, cuando habría sido tomada esa foto. Luego de caer en que, en realidad, el de la foto era el Capellán Militar de aquel entonces, arribé a la conclusión de que los talibanes kirchneristas tienen disociado el concepto tiempo-espacio y que, probablemente, sea real que crean que la dictadura terminó en 2003. 
Todos los que putean a Bergoglio sin saber quién es, deberían llamarse a silencio antes de demostrar que ven sus vidas en base a la cartelera pastoral del Gobierno, publicada en Página/12, Tiempo Argentino, Revista Veintitrés, y demás medios de la pluralidad de voces. Nadie en la historia del catolicismo llegó tan alto habiendo realizado su carrera en la calle, entre la gente, viajando en transporte público, pateando las villas, y molestando al propio poder eclesiástico con sus declaraciones, llegando a llamar hipócritas a quienes negaban el bautismo a hijos extramatrimoniales y de padres solteros. Y en este lado del mundo, no hubo nadie con poder eclesiástico que le diera tanta bola a la labor con los pobres, no sólo en evangelización, sino en contención social. Los datos con los que Bergoglio contó siempre, no los proporcionaba el Indec, sino la Vicaría que él mismo creó y de la cual se nutrieron las oficinas públicas para llevar a cabo las primeras tareas de contención de la pobreza. 
Obviamente, molesta. Que un Peronista de Guardia de Hierro venga a contarle las costillas a los Peronistas de Puerto Madero, molesta y mucho. Que lo haga desde la autoridad de poder hablar de los pobres, porque los conoce y no porque los ve en los actos aplaudiendo, molesta. Que pueda hablar de austeridad porque vivió sin lujos, mientras otros hablan de miseria desde un hotel cinco estrellas que aún nadie pudo justificar, jode. 
El anticlericalismo es mayormente urbano. En el interior de las provincias, la gente tiene cosas más importantes para preocuparse que por la Inquisición de hace un par de siglos, o por la pasión pederasta de varios sacerdotes. Al ateo intelectualizado, lo respeto y mucho. Hay que tener coraje para llevar una vida con la certeza de que nada nos espera después. De lo único que estoy convencido es que nadie vive sin dioses. Algunos tienen Fe en un ser superior y desconocido, otros en su intelecto, otros tantos en lo que hacen, pero todos se rigen por los parámetros impuestos por su educación, experiencia y formación de vida. 
Cada uno tiene sus motivos -más que valederos y respetables, la mayoría de ellos- para desconfiar de la conducción eclesiástica. Lo que me hace mear de risa es el fundamentalista religioso antireligión. Es el inquisidor de nuestros tiempos, el que sería capaz de batirte ante el tribunal por el sólo hecho de creer en algo distinto a lo que él cree. No dista mucho del fanático kirchnerista, talibán fundamentalista que desprecia a la Iglesia por misógina y conservadora, mientras defiende un pacto con una teocracia islámica. Son iguales que las viejas chupacirios que salen de la Iglesia al mediodía mandando a laburar a la mina que les pide una moneda, y putean al que se opone al testamento de Néstor, a las escrituras de Santa Cristina de Tolosa y a la obra evangelizadora de los apóstoles camporistas, financiados por el diezmo compulsivo de los que creen y de los que no. Así andan por la vida llamando gorilas a simples laburantes y cipayos a los que no creen en su doctrina, la cual ya ni cuestionan, dado que ello llevaría a no poder justificar muchas cosas. En cambio, aceptarla como un dogma, relaja y mucho. Cualquier cosa se justifica en la medida de que Cristina dice que así lo dijo Él. 
Creen en la farsa política más grande que pueda haber, pero desprecian por farsa la creencia religiosa de miles de millones, exigiéndole al Papa lo que no le exigen a su propia Papisa: austeridad antes de hablar de pobreza. Ahí tienen un Papa austero. Lo que vaya a hacer de ahora en más, nadie lo sabe, pero no por eso vamos a negarle a buena parte de la humanidad la esperanza de creer en un cambio. Todo se reduce a una cuestión de Fe, como llegar a fin de mes o soñar con la casa propia sin esperar a heredarla. Y es que en los últimos diez años vimos más cambios en el Vaticano que en la Rosada, lo cual no es poco.

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