jueves, 4 de abril de 2013

Ni oficialismo, ni oposición: la opción salteña

Alfredo Olmedo y la derecha

Las encuestas que proyectan la intención de voto para las próximas elecciones dan como ganador a Alfredo Olmedo en la categoría de Senador Nacional, superando en las adhesiones al perfecto oficialista (Rodolfo Urtubey) y al perfecto opositor (Juan Carlos Romero). Esta irrupción de un liderazgo distinto para Salta –provincia ya acostumbrada a tolerar reinados interminables del Partido Justicialista– genera comentarios de diversa índole.

Uno de ellos –al que me referiré en lo sucesivo– fue escrito por Daniel Ávalos, un periodista del semanario Cuarto Poder. Ávalos se propone ningunear la gigantesca magnitud del “fenómeno Olmedo” y por ello califica al actual Diputado Nacional de “satélite”, quitándole el protagonismo que goza y poniéndolo al lado de Guillermo Durand Cornejo, bajo las sombras de Urtubey y Romero respectivamente. Según la opinión de este cagatintas, Durand Cornejo estaría jugando del lado del romerismo para contrarrestar a Olmedo, quien, a su vez, habría sido escogido por el oficialismo para generar una oposición domesticada que acompañe sus proyectos de gestión en lugar de bloquearlos.

Ávalos reconoce diferencias bien visibles entre uno y otro hombre: Durand Cornejo es un sujeto de modales refinados, amplia cultura libresca y elaborada elegancia, mientras que Olmedo, en cambio, es un individuo sencillo, con una gran capacidad para intuir lo correcto y una campera amarilla que tiene la virtud de amarillecer los corazones de muchos. Claramente estas caracterizaciones nos hablan, por un lado, de un hombre que responde a la defensa de los intereses de un determinado grupo social, y, por el otro lado, de un hombre que propone el avance de las conquistas populares y su armonización con el resto de la sociedad.

Sin embargo un poco más adelante Ávalos unifica las figuras de Olmedo y Durand Cornejo en un frente común al que califica de “derecha nueva”. Y esa supuesta “derecha nueva” estaría desvinculada de los sectores humildes, construida por generación espontánea, independizada de las castas políticas que permanecen enquistadas en el poder desde hace décadas, incapaz de expresar algo más que meras opiniones, y deseosa de convertir a la cosa pública en una actividad privada para manejar los Estados como si fuesen empresas.  

Al parecer lo que el tal Ávalos hizo fue buscar a alguien que realizó un análisis bastante burdo sobre el PRO de Mauricio Macri, sólo para atribuirle sus particularidades a Durand Cornejo y a Olmedo. No sé si Durand Cornejo es un aliado del PRO, pero ciertamente no lo es Olmedo. Y Olmedo ha decidido prescindir de su alianza con Macri para, directamente, tejer una alianza con la sociedad salteña. Él mismo ha dicho para justificar su decisión: “¿cómo le explico al salteño que sufre necesidades que tiene que subsidiar el subte porteño o que tiene que pelear por el Banco de la Ciudad de Buenos Aires?”

Alfredo Olmedo y la izquierda

Lo que más espanta a Ávalos de Olmedo es que su poder de convocatoria es enorme. Olmedo es una persona que llega permanentemente al pueblo, pero para Ávalos ello no es ser popular sino que es simple demagogia; del mismo modo, Olmedo omitió la muchas veces denigrante escalada del “militante” que va a aplaudir en actos y a entregar folletos para algún día ocupar un espacio en una lista y consiguió, por el contrario, involucrarse en política sin tener que pedirles permiso a los que se creen propietarios de la actividad, mas aún así Ávalos interpreta a ello no como autonomía sino como acomodo.

Hay otras dos virtudes olmedianas que Ávalos juzga como si fuesen defectos: su solidez (la misma que lo habilita a presentar todo un programa político en la hendiatris “Patria, Trabajo, Familia”, y reclamar soluciones simples a problemas puntuales) y su celebración de la Libertad (la que le permite plantear que el Estado existe para facilitarles la vida a las personas pero no para dirigírselas en cada instancia).

El tal Ávalos se declara “izquierdista”, pero se lamenta de serlo. Sostiene él que Ragone, los piqueteros y los concejales trotskistas son prueba suficiente de que en Salta hay cabida para los desvaríos de la izquierda, y pide a gritos un liderazgo fuerte que pueda conseguir parlamentarios que respondan a las tesis del progresismo. Lo curioso es que cuando pone su mirada sobre los grupos locales de izquierda, termina diciendo que o son muy únicos y exaltados o son muy corrientes y moderados, y nada de ello sirve para aproximarse al poder.

Alfredo Olmedo y el centro

Ávalos se niega a ver lo obvio: Alfredo Olmedo no es un hombre de la derecha neoliberal a la que denosta ferozmente, ni de la izquierda socialdemócrata a la que aplaude tibiamente. Olmedo no es un hombre de derecha ni de izquierda, pero tampoco está más allá de esas posiciones, sino más acá: es un hombre de centro, pero no del centro neutro, indefinido y especulador, sino del centro radical.

El centrismo radical combina el idealismo de la izquierda con el pragmatismo de la derecha, por tanto se está frente a un realismo que no peca de iluso. El gobierno nacional, los grandes medios de comunicación y los empresarios plutócratas no son de confiar desde esta posición, por lo que el federalismo, el verismo y la solidaridad se vuelven urgentes.

Hoy en día las “sintonías finas” han probado ser insuficientes para garantizar el bienestar de las mayorías, por lo que es preciso avanzar con reformas institucionales serias, reformas que no impliquen gastos descomunales sino combinaciones creativas de ideas sin importar su procedencia. Ante la derecha y la izquierda se sabe perfectamente qué esperar de cada una de ellas, y es por tanto en el centro donde la creatividad, la innovación y la renovación realmente se producen.

Cada vez que Olmedo apela al sentido común y propone soluciones fuertes a problemas graves (por ejemplo castración para evitar violaciones, subsidio a las embarazadas y aceleración de los trámites de adopción para evitar abortos, cupos de aberrosexuales para desenmascarar su hipocresía, etc.) lo que está haciendo en realidad es sacar a los argentinos de su zona segura, obligarnos a pensar por fuera de nuestros límites habituales para visualizar el potencial que inconscientemente oprimimos debido a una educación defectuosa y a una cultura de la obediencia a Amos viciosos.

Estamos tan acostumbrados a darles el voto a los que suponemos “menos malos”, que ya hemos olvidado que todos somos “la política”, que más allá de ser conservadores o progresistas, oficialistas u opositores, somos salteños. Mientras Ávalos espera sentado que llegue su “Príncipe” de izquierda, y mientras los peronistas (aliados a una fauna bastante grande de coherentistas y contradictores) acaparan los espacios de participación, nosotros los salteños vemos cómo nuestra provincia se estanca, y cómo el espíritu del General Güemes es mancillado por profesionales de la política que sólo se preocupan por pelear por el poder para mejorar sus vidas en lugar de ocuparse por pelear para poder hacer aquello que mejore la vida de los salteños.    

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