La joven Jasbel

En 2011 se produjo en la Cámara de Diputados de la Nación una irrupción de “sangre joven”. Un nutrido grupo de menores de 35 pasó así a ocupar una banca: Mayra Mendoza, Anabel Fernández Sagasti, María Luz Alonso, Marcos Cleri, Leonardo Grosso, Facundo Moyano y Victoria Donda, entre otros, juraron desempeñarse como funcionarios públicos con lealtad y patriotismo. Sin embargo aún al día de hoy hay un sector inmenso de jóvenes argentinos que no tiene representación en el Parlamento de nuestro país.

El problema aquí, evidentemente, no pasa por la cantidad, sino por la calidad de los jóvenes que se convirtieron en diputados. Ninguno de los arribas mencionados se opone al matrimonio entre homosexuales, y la mayoría de ellos está a favor de ablandar las leyes que castigan el negocio de la droga y de legitimar el genocidio abortista. ¿Es que acaso la juventud argentina está tan adoctrinada y/o corrompida que no distinguen lo bueno de lo malo? Por supuesto que no. Nuestro país está lleno de millones de jóvenes que entienden la importancia de la existencia de familias bien constituidas y que son lo suficientemente Pro Vida como para rechazar categóricamente a la cultura de la muerte. Pese a que se promocione lo contrario, ser joven no es sinónimo de ser un agente de la decadencia nacional.

El desafío, por tanto, está en lograr que sean los jóvenes valiosos los que consigan ser oídos. Porque esos jóvenes son los que tienen visión de futuro, son los que entienden que la juventud no es eterna ni tiene que serlo. Entonces miran las cosas como son, su vínculo con la realidad es muy profundo, y a raíz de ello su capacidad para soñar es más poderosa que la de cualquier neoimberbe. Las declaraciones que Jasbel Singh hizo recientemente a una radio dejan en claro que, afortunadamente, ella es una joven valiosa. Ojalá sea la primera de muchos como ella, esa gente merece su espacio de la patria.