sábado, 3 de agosto de 2013

Hablemos acerca de la castración

Después de que empezó a circular el spot de Alfredo Olmedo en el que el candidato a Senador Nacional anuncia que trabajará por la sanción de una ley de castración para violadores, gente de la prensa (no sólo de Salta sino también del resto del país) se largaron a opinar sin interiorizarse acerca de los detalles del proyecto olmediano.

Diferente fue la actitud de Martín Sánchez, conductor de Feedback, un programa que se transmite por Canal 4 de Salta.



La experiencia checa

Sánchez se propuso debatir con Olmedo, y, según mi punto de vista, terminó perdiendo el debate. ¿Por qué? Porque el argumento que Sánchez repitió una y otra vez es que no hay lugar en el mundo en donde se haya llevado a cabo exitosamente un programa de castración quirúrgica para violadores. Esa afirmación es, sin embargo, completamente falsa.

En efecto, si vamos hasta el centro de Europa, encontraremos a la República Checa. En ese país, con la excusa de que la castración química es demasiado costosa, desde hace décadas se les aplica a los violadores un tipo de castración quirúrgica denominado “pulpectomía testicular”. De acuerdo a estadísticas oficiales de aquel país, entre 2000 y 2011 hubo un total de 85 casos de castración, y, salvo por unas pocas excepciones, el éxito fue enorme. Petr Weiss, un eminente sexólogo checo, ha comprobado que el deseo sexual en los eunucos disminuye drásticamente, haciendo de la posibilidad de reincidencia una rareza –de los 85 casos de castración, tan sólo tres volvieron a cometer agresiones sexuales; sin las castraciones, el número de reincidentes oscilaría entre 30 y 50.  

Soluciones

Alfredo Olmedo, desde la lógica punitiva, propone verdaderas soluciones en contra de la violación. Mucha gente (especialmente las feministas) dicen que castrar no sirve de nada, pues lo que provoca las violaciones no es el miembro viril de un violador sino su mente perversa, y por ello rechazan la propuesta de Olmedo. De todos modos lo que Olmedo propone no es tan simplista como un simple corte.

En realidad lo que nuestro Diputado Nacional sugiere es que un violador debe ser encerrado con cadena perpetua (ya que el violar suele ser un crimen acompañado de varios agravantes como el secuestro, la amenaza, etc, que justifican esa medida), y debe ser castrado en la cárcel para que estando allí no intente repetir aquello que le consiguió el encierro. Junto con eso, Olmedo plantea que el violador no se instale en la cárcel como si estuviese en un hotel, sino que se vea obligado a trabajar para obtener una remuneración mensual que será repartida equitativamente entre él (para solventar los gastos de su estadía) y la víctima a la que le arruinó la vida (para darle un resarcimiento económico por el daño causado). De esa manera, las violaciones intrafamiliares, las cuales son lamentablemente el mayor número de violaciones que se producen, podrán ser profusamente denunciadas.

Esta semana se supo que en Orán vive un muchacho que se dedicaba a abusar de sus tres hermanas, todas niñas aún. La denuncia contra el pervertido la hizo una tía del mismo, ya que la madre, enterada de la situación, nunca había tomado cartas en el asunto. Es que el muchacho ocasionalmente aportaba dinero para el mantenimiento de la precaria vivienda, y por ello su progenitora prefería mirar para otro lado. Casos aberrantes como ese hay miles, y nadie más que Olmedo ha intentado darles una solución pensando en las víctimas y su situación.

La cultura y la naturaleza

Lo más interesante del proyecto de castración de violadores de Olmedo es que es concreto:

– Un violador jamás dejará de violar.
– Bueno: cástrenlo.
– Un violador castrado seguirá haciéndole daño a gente más débil que él.
– Bueno: enciérrenlo a perpetuidad.
– Los violadores prefieren que sus víctimas sean de su ámbito familiar, así éstas no se pueden revelar contra quien les da de comer y denunciarlos sin perder la fuente que las sustenta.
– Bueno: obliguen al violador a trabajar en la cárcel y entregarle la mayor parte de lo que gane a quien violó.

Olmedo no deja cabos sueltos, y tampoco cae en utopías. Sánchez (y la gente que piensa como él) propone la educación como respuesta a las violaciones. Puede ser que una educación diferente a la actual contribuya en disminuir los casos de violación, pero mientras se le enseña a un chico de 5 años a comportarse correctamente, el de 25 está violando a diestra y siniestra, a los miembros de su familia, a sus vecinos, a nosotros. Y lo peor es que, si hay un poco de suerte, se lo denuncia, va preso, pasa un tiempo encerrado, pero luego vuelve a la calle, listo para seguir violando, capacitado para comportarse más perversa y discretamente.

Quienes quieren resolver con mera educación a un problema resoluble con los adecuados instrumentos punitivos, vale decir quienes ante una cuestión concreta que requiere de una actuación inmediata proponen una respuesta a largo plazo, son todos aquellos preocupados en lucrar con la educación. Promotoras de talleres de respeto por la diversidad, vendedores de cartillas de educación sexual integral, y toda clase de personajes similares obsesionados con el sexo son los principales opositores a la castración. Sostienen –no ilusa sino cínicamente– que la naturaleza aguardará pasiva unos años a que la cultura haga su trabajo.

El varón violado

Otro tema interesante del debate entre Sánchez y Olmedo fue lo de las víctimas masculinas. Hay muchos hombres que son violados por mujeres, pero también hay muchos otros que son violados por hombres. La castración sacaría de circulación a muchos de estos últimos y ayudaría a disminuir el número de varones ultrajados, transformando el panorama social en este aspecto. Esto es algo que no puede seguir demorándose. 

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