Después de que empezó a
circular el spot de Alfredo Olmedo en el que el candidato a Senador Nacional
anuncia que trabajará por la sanción de una ley de castración para violadores, gente
de la prensa (no sólo de Salta sino también del resto del país) se largaron a
opinar sin interiorizarse acerca de los detalles del proyecto olmediano.
Diferente fue la actitud de
Martín Sánchez, conductor de Feedback,
un programa que se transmite por Canal 4 de Salta.
La experiencia checa
Sánchez se propuso debatir
con Olmedo, y, según mi punto de vista, terminó perdiendo el debate. ¿Por qué?
Porque el argumento que Sánchez repitió una y otra vez es que no hay lugar en
el mundo en donde se haya llevado a cabo exitosamente un programa de castración
quirúrgica para violadores. Esa afirmación es, sin embargo, completamente
falsa.
En efecto, si vamos hasta el
centro de Europa, encontraremos a la República Checa.
En ese país, con la excusa de que la castración química es demasiado costosa, desde
hace décadas se les aplica a los violadores un tipo de castración quirúrgica
denominado “pulpectomía testicular”. De acuerdo a estadísticas oficiales de
aquel país, entre 2000 y 2011 hubo un total de 85 casos de castración, y, salvo
por unas pocas excepciones, el éxito fue enorme. Petr Weiss, un eminente sexólogo
checo, ha comprobado que el deseo sexual en los eunucos disminuye drásticamente,
haciendo de la posibilidad de reincidencia una rareza –de los 85 casos de
castración, tan sólo tres volvieron a cometer agresiones sexuales; sin las
castraciones, el número de reincidentes oscilaría entre 30 y 50.
Soluciones
Alfredo Olmedo, desde la lógica
punitiva, propone verdaderas soluciones en contra de la violación. Mucha gente
(especialmente las feministas) dicen que castrar no sirve de nada, pues lo que
provoca las violaciones no es el miembro viril de un violador sino su mente
perversa, y por ello rechazan la propuesta de Olmedo. De todos modos lo que
Olmedo propone no es tan simplista como un simple corte.
En realidad lo que nuestro
Diputado Nacional sugiere es que un violador debe ser encerrado con cadena
perpetua (ya que el violar suele ser un crimen acompañado de varios agravantes
como el secuestro, la amenaza, etc, que justifican esa medida), y debe ser
castrado en la cárcel para que estando allí no intente repetir aquello que le
consiguió el encierro. Junto con eso, Olmedo plantea que el violador no se
instale en la cárcel como si estuviese en un hotel, sino que se vea obligado a
trabajar para obtener una remuneración mensual que será repartida
equitativamente entre él (para solventar los gastos de su estadía) y la víctima
a la que le arruinó la vida (para darle un resarcimiento económico por el daño
causado). De esa manera, las violaciones intrafamiliares, las cuales son lamentablemente
el mayor número de violaciones que se producen, podrán ser profusamente denunciadas.
Esta semana se supo que en
Orán vive un muchacho que se dedicaba a abusar de sus tres hermanas, todas
niñas aún. La denuncia contra el pervertido la hizo una tía del mismo, ya que
la madre, enterada de la situación, nunca había tomado cartas en el asunto. Es
que el muchacho ocasionalmente aportaba dinero para el mantenimiento de la
precaria vivienda, y por ello su progenitora prefería mirar para otro lado. Casos
aberrantes como ese hay miles, y nadie más que Olmedo ha intentado darles una
solución pensando en las víctimas y su situación.
La cultura y la naturaleza
Lo más interesante del
proyecto de castración de violadores de Olmedo es que es concreto:
– Un violador jamás dejará
de violar.
– Bueno: cástrenlo.
– Un violador castrado
seguirá haciéndole daño a gente más débil que él.
– Bueno: enciérrenlo a
perpetuidad.
– Los violadores prefieren
que sus víctimas sean de su ámbito familiar, así éstas no se pueden revelar
contra quien les da de comer y denunciarlos sin perder la fuente que las
sustenta.
– Bueno: obliguen al
violador a trabajar en la cárcel y entregarle la mayor parte de lo que gane a
quien violó.
Olmedo no deja cabos sueltos,
y tampoco cae en utopías. Sánchez (y la gente que piensa como él) propone la
educación como respuesta a las violaciones. Puede ser que una educación
diferente a la actual contribuya en disminuir los casos de violación, pero
mientras se le enseña a un chico de 5 años a comportarse correctamente, el de
25 está violando a diestra y siniestra, a los miembros de su familia, a sus
vecinos, a nosotros. Y lo peor es que, si hay un poco de suerte, se lo
denuncia, va preso, pasa un tiempo encerrado, pero luego vuelve a la calle, listo
para seguir violando, capacitado para comportarse más perversa y discretamente.
Quienes quieren resolver con mera educación a un
problema resoluble con los adecuados instrumentos punitivos, vale decir quienes ante una
cuestión concreta que requiere de una actuación inmediata proponen una respuesta a largo plazo, son todos aquellos
preocupados en lucrar con la educación. Promotoras de talleres de respeto por la diversidad, vendedores de cartillas de educación sexual integral, y toda clase de
personajes similares obsesionados con el sexo son los principales opositores a
la castración. Sostienen –no ilusa sino cínicamente– que la naturaleza aguardará
pasiva unos años a que la cultura haga su trabajo.
El varón violado
Otro tema interesante del
debate entre Sánchez y Olmedo fue lo de las víctimas masculinas. Hay muchos
hombres que son violados por mujeres, pero también hay muchos otros que son
violados por hombres. La castración sacaría de circulación a muchos de estos últimos
y ayudaría a disminuir el número de varones ultrajados, transformando el
panorama social en este aspecto. Esto es algo que no puede seguir demorándose.
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