martes, 27 de agosto de 2013

La mano y el codo

Los políticos salteños son increíbles. Las aventuras de Carlos Villalba son la prueba: al Intendente de Salvador Mazza lo demoran en un prostíbulo en el marco de un operativo de la AFIP, que, de paso cañazo, se convirtió en un operativo en contra de la trata de personas; se arma un escándalo nacional; la Legislatura de Salta aprueba la destitución del funcionario y la intervención del Municipio, para demostrar que el gobierno no tiene nada que ver con los inmorales; salen a la luz los desfalcos de los que el Intendente es culpable; Villalba sugiere que Godoy, el promotor de la destitución y de la intervención, tiene vínculos con el narcotráfico; finalmente se convocan a elecciones para cubrir el cargo vacante de Intendente, en las que se anuncia que Villalba no sólo podrá presentarse nuevamente, sino que además lo podrá hacer a través del Partido Justicialista (ya que el PRS, su partido, le retiró su apoyo).

Todo parece una burla. La corporación política se pone de acuerdo para acorralar a uno de sus peores especimenes, lo hace y después se retracta. Borraron con el codo lo que escribieron con la mano.

Ahora Villalba tiene allanado el camino para regresar a ocupar el sillón municipal más importante de Salvador Mazza, con las cuentas saneadas gracias al brazo largo del gobierno provincial.

¿Quién sufre con esto? ¿Godoy, al que desde el entorno de Urtubey desautorizan expresamente prestándole el PJ a Villalba? Pues no. Quien sufre con esto es el pueblo de Salvador Mazza, que se convierte en rehén de un putañero, que gasta su abultado sueldo en orgías y cosas similares, y ni siquiera se encarga de resolverle los problemas a la gente.

Salvador Mazza es, como dice Alfredo Olmedo, el lugar donde empieza la Argentina, no el lugar en donde termina. Salvador Mazza (al igual que La Quiaca, la otra puerta a la Argentina) debería ser una ciudad modelo, debería reflejar lo mejor que tiene este país, pues, como señalo, es lo primero que un visitante encuentra al bajar por tierra desde el norte del continente. Lamentablemente nuestros políticos piensan lo contrario. 

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