sábado, 31 de mayo de 2014

50 años de cárcel para un violador es violencia de género

Cuando todavía estamos preocupados porque los jueces abolicionistas de la Escuela de Zaffaroni están a punto de reducirle la condena a 50 años de cárcel al violador serial Fabricio Álvarez Albarracín, nos enteramos que tres jueces le aplican la misma pena a Marcelo Fasano, un degenerado que escalaba edificios con el fin de ingresar durante la madrugada a los hogares de sus víctimas para robarles y violarlas. Lo más probable es que, en un par de años, Fasano se vea en la misma situación que Álvarez Albarracín, y se discuta sobre la posibilidad de dejarlo en libertad para que ataque a las mujeres que todavía no atacó o para que retorne a torturar a aquellas que ya lo hizo. 

En lo personal creo que darle 50 años de prisión a un violador miserable como estos sujetos constituye un acto de agresión en contra de las mujeres (un episodio de "violencia de género" como se dice ahora). Estos infelices merecen no sólo el encierro a perpetuidad sino también la castración, para que no hagan en su encierro lo que hicieron en libertad. Y es obvio que, una vez convertidos en eunucos, deben dedicar su vida al trabajo, un trabajo mediante el cual solventen sus gastos en la cárcel y con el cual indemnicen a las víctimas por haber sido tan ruines, cobardes y poco hombres. 

viernes, 30 de mayo de 2014

Billetes argentinos: el negocio de la tinta

Cuando el mes pasado el gobierno anunció la producción de billetes de $50 con imágenes que reafirman la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas se multiplicaron las quejas por la denominación escogida para dichos billetes. ¿Por qué hacer un billete de $50 y no uno de $200, $500 o hasta $1000? 

La respuesta que se le dio a ese interrogante -que es la misma respuesta que se viene dando desde hace años- es que el gobierno se niega a reconocer la inflación, por lo que imprimir billetes con esas denominaciones implicaría asumir el fracaso. Sin embargo, a estas alturas, ya nadie puede negar que el gobierno ha aceptado que al país lo está devorando la inflación. Entonces la excusa para negar la existencia de billetes de $200, $500 o $1000 ya no parece válida.

Jorge Asís, indagando sobre el tema, propone una teoría que resulta más que creíble:
La tinta calcográfica común cuesta irrisorios cincuenta dólares el kilo. En cambio la tinta OVI, la refinada del superior Tío Philippe, cuesta tres mil. 
La OVI más cara es la tinta que aquí se utilizó para hacer “los Roca de 100”. Y trasciende ahora que para confeccionar “los Evita de 100” es necesario utilizar, incluso, más tinta. 
Consta que en 2014 se fabrican comparativamente seis veces más billetes de 100 de los que se fabricaban en el 2000. Por entonces, en 2000, en tinta OVI se gastaban cinco millones de dólares por año. 
Hoy, con el advenimiento del cristinismo, Argentina gasta 34 millones en la misma tinta. Entre dos millones y medio, o tres millones de dólares por mes. 
Si se produjeran los billetes de 200, como pregona Cortina, se utilizarían considerablemente muchos menos kilos de tinta. Tal vez la mitad. En desmedro de la generosidad del Tío Philippe. 
Y si se produjeran los billetes de 500 para el Tío Philippe -y sus sobrinos- la fiesta sería distinta. Y su generosidad menor. Sobre todo en materia retributiva.

miércoles, 28 de mayo de 2014

De candidato a la castración a hombre libre

Fabricio Álvarez Albarracín solía salir por las noches en una moto. A simple vista, parecía alguien haciendo un delivery. Sin embargo éste sujeto recorría las calles no por dinero, sino por placer: le daba placer atacar a mujeres y someterlas a sus más bajos instintos. La policía lo detuvo y fue a juicio. Allí se probó que Álvarez Albarracín había cometido, al menos, ocho violaciones. Las mismas las había ejecutado mientras estaba en libertad condicional, ya que anteriormente había sido condenado a 4 años de prisión por otros delitos.

En su momento, los jueces se lucieron contra Álvarez Albarracín: lo sentenciaron a 50 años de prisión. Eso ocurrió en 2011. Ahora, tres años después, otros jueces plantearon que darle una condena tan larga a alguien es “cruel e inhumano”, por lo que se está discutiendo la posibilidad de hacerle una reducción generosa a su pena. El fundamento para semejante disparate es que la cárcel existe para resocializar a los prisioneros, y una condena tan larga le quita la oportunidad a alguien de hacerlo.

En lo personal creo que Álvarez Albarracín se quitó él mismo las oportunidades al convertirse en un violador serial, actuando cruel e inhumanamente contra las víctimas que escogió. Y, por supuesto, creo que alguien así no recibió el castigo que merece por el daño que hizo. En casos así habría que cortar por lo sano.  

lunes, 26 de mayo de 2014

No hay que permitir el genocidio


En Salta ocurrió hace unos meses que un Juez de Familia, el Doctor Víctor Soria, intentó salvarle la vida a un niño inocente. Al final, lamentablemente, el niño fue ejecutado en Buenos Aires.

Ese episodio desató la furia de los grupos progrecínicos en general, y de las hembristas en particular, quienes embistieron en contra del Juez y pidieron su destitución. Les molestaba que el funcionario del Poder Judicial estuviese en contra de permitir un asesinato a sangre fría. Al final primó la cordura, y el Jurado de Enjuciamiento de Magistrados de Salta confirmó a Soria en su cargo. Santiago Godoy, miembro de ese jurado y Diputado Provincial por el PJ, se quedó con la sangre en el ojo, así que decidió promover una cruzada parlamentaria con la que se busca imponer en Salta el protocolo nacional para realizar abortos no punibles, lo que equivale a legalizar bajo el poncho al aborto (ya que, gracias a ese engendro perverso, una mujer embarazada puede ir hasta a un hospital, inventar que fue violada, y mandar al limbo al hijo que engendró, todo de manera legal y gratuita).

Godoy suma adhesiones dentro del PJ, que además del partido de los homosexuales quiere convertirse ahora en el partido de las abortistas (a veces me pregunto que pensaría el General Perón al ver en lo que se ha convertido el movimiento que fundó). Por suerte para Salta aún quedan hombres con conciencia social y amor cristiano entre sus legisladores: Alejandro Nieva, levantando la bandera de Salta Somos Todos, propuso que en la provincia nuestros legisladores (especialmente los nacionales) se manifiesten abiertamente en consonancia con la opinión del pueblo, es decir a favor de la vida y en contra de cualquier tipo de proyecto abortista que quiera legalizar el genocidio en nuestro país. Esperemos que la casta politiquera provincial no finja la sordera que normalmente finge en estos casos: no hay que permitir el genocidio.

domingo, 25 de mayo de 2014

25 de Mayo: tiempo para rezar

Señor,
haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, que yo ponga el amor,
donde haya ofensa, que yo ponga el perdón;
donde haya discordia, que yo ponga la unión;
donde haya error, que yo ponga verdad;
donde haya duda, que yo ponga fe;
donde haya desesperación, que yo ponga esperanza;
donde haya tinieblas, que yo ponga  luz;
donde haya tristeza, que yo ponga alegría.

Señor,
haz que yo no busque tanto:
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.

Porque:
dando es como se recibe,
olvidándose de sí es como uno se encuentra,
perdonando es como se recibe el perdón,
y muriendo es como se resucita a la Vida. 
Que Nuestra Señora de Luján nos cuide con su ternura de Madre 
y nos acompañe en la oración.
Amén.

sábado, 24 de mayo de 2014

El retorno al orden ciudadano



Creo que la exposición de Mario Ishii y Alfredo Olmedo es bastante clara y contundente y por ello vale la pena ver toda la entrevista, sin embargo hay una discusión que está latente en el fondo, pero que no se verbaliza de manera adecuada.

Me refiero, claro, a la discusión sobre la reputación del Ejército Argentino y demás cuerpos militares del país. Ishii sostiene que, en los últimos años, decir “militar” en nuestro país era lo mismo que decir “violación de derechos humanos”, pero después de que la Justicia actuó y repartió condenas a diestra y siniestra es más que absurdo continuar promoviendo esa representación de nuestras Fuerzas Armadas. Olmedo lo aclara: el Ejército Argentino falló como partido de gobierno, no como formador de ciudadanos.  

Hacia el final de la entrevista, el periodista sostiene que tanto Ishii como Olmedo prefieren a “hombres dogmáticos” antes que a “hombres críticos”. Pareciera ser que el “comunicador” no escuchó nada de lo que el Senador Provincial y el Diputado Nacional (MC) dijeron: al proponer el Servicio Militar Obligatorio no se está eligiendo al dogmatismo por sobre el criticismo, se está intentando encaminar a alguien que perdió el rumbo o que está en peligro de hacerlo, pues al obligar al “ni-ni” a que se discipline, se capacite y se valore a si mismo se lo está sacando de la existencia de zombie que lleva para facilitarle el ingreso a la ciudadanía que ni la escuela quebrada ni el mercado laboral explotador le han podido facilitar. 

jueves, 15 de mayo de 2014

El amor y la violencia

Entre cyber-Montoneros y los nuevos Robledo Puch

La Conferencia Episcopal Argentina, como sucede habitualmente, acertó al describir a la Argentina actual. Esta vez, el órgano que nucléa a los obispos y arzobispos del país dio en la tecla al señalar que la Argentina está enferma de violencia. El fenómeno de los linchamientos es la prueba de ello: harta ya la gente de vivir en medio de tanta agresividad física y emocional, reaccionan de la peor manera con la creencia de que han encontrado el modo de lograr la paz a través del uso la propia fuerza, ya que no parece haber nadie más intentado concretar ese objetivo. 

La violencia que se ve ahora no es como la violencia de antaño. En la década de 1970, por ejemplo, ponían bombas y asesinaban gente tras secuestrarla y torturarla en la obscuridad. Pero así como había una violencia ideologizada, también existía la violencia gratuita, cruda y banal (tal y como lo comprueba, por ejemplo, el nefasto Robledo Puch).

Hoy en día, esa violencia política ha resurgido aunque reconvertida: la guerrilla ya no es una táctica bélica sino comunicacional. Los medios masivos de comunicación y la Internet son el nuevo campo de batalla para la guerra entendida como continuidad de la política, por eso hay tanta injuria y calumnia. Y junto a ese drama del cyber-montonerismo, asistimos también a la multiplicación de los Robledo Puch, desequilibrados que no se conforman con robar sino que además golpean o asesinan a sus víctimas inermes (no tanto por el placer de hacerlo sino más bien por la inconsciencia con la que operan).

Tu quoque

¿Cómo respondieron los oficialistas ante lo que la Conferencia Episcopal Argentina señaló? Pues con violencia, como es su costumbre.

Los generales de La Cámpora acusaron a la Iglesia Católica de haber realizado golpes de Estado, el periodista Roberto Caballero le endilgó a los obispos y arzobispos estar haciendo política derechista en contra de lo recomendado por el Papa Francisco, y la Presidente Cristina Fernández de Kirchner combinó ambas sandeces para minimizar la impactante verdad que ya nadie puede negar. 

Con derechos pero sin obligaciones

¿Por qué hay tanto salvajismo en una sociedad civilizada como la nuestra? No es fácil contestar la pregunta, pero ciertamente se pueden intuir los principales motivos: si nos fijamos en quienes ejercen la violencia (y hablo del avallasamiento del otro y no de aquellos que sólo se defienden recurriendo a la fuerza) notaremos que todos tienen como común denominador a la pobreza. Pero esta pobreza no es siempre material, es –es en casi todos los casos– una pobreza espiritual.

En Argentina se habla mucho de “inclusión”, pero ¿qué significa realmente ello? Hay que ser ciego para no ver que la inclusión a la que tanto veneran los oficialistas es una mera inclusión material: a través de algún plan social se les da dinero a las personas para que accedan a las motos, los celulares, los televisores y demás bienes simbólicos a los que –exceptuando, claro, la vía del saqueo o el robo– de otra manera no podrían acceder. Y también se les da o mejor dicho se les amplía derechos. Una persona que consigue turno en un hospital después de haber hecho seis horas de cola, o un niño que va a la escuela a jugar al Nestornauta o a ensayar con una murga, o alguien que mira por la televisión un partido entre All Boys y Chacarita está siendo “incluido” según los kirchneristas. Y todo ello gratis.

Precisamente allí está el problema: la gratuidad de las cosas. Donde hay necesidades deben surgir los derechos, pero tales derechos deben estar acompañados de obligaciones, o de lo contrario nos internamos en la ilusión de un mundo sin consecuencias. La única obligación que los kirchneristas les exigen a sus “incluidos” es que voten por ellos cada vez que hay una elección o que copen las plazas cada vez que hay un acto organizado por el gobierno, pues ni a hacer el servicio militar los mandan a sus clientes.

Ocupados en llenar estómagos, los kirchneristas omiten satisfacer el hambre espiritual. En las escuelas quitan la religión y los símbolos religiosos, pero les sirven a los chicos el desayuno y el almuerzo que sus padres deberían servirles en sus casas. Como reemplazan a Dios por “Él” y “Ella”, entonces los jóvenes no interiorizan la culpa: en la cultura cristiana si yo hago mal las cosas, le estoy fallando a Dios quien me dio la libertad para que elija la virtud y rechace el vicio; en la cultura kirchnerista, en cambio, al hacer el mal a los únicos a quien les fallo son a los líderes, quienes, por suerte, no son omniscientes y por tanto no se pueden enterar (y en todo caso si va uno preso allí también están los misioneros kirchneristas trabajando incansablemente para que no se pierda la fe en el matrimonio santacruceño).

La cura 

La Conferencia Episcopal Argentina, así como ha diagnosticado la enfermedad, también ha recetado la cura para la violencia: “El vínculo de amor con Jesús vivo cura nuestra  violencia más profunda y es el camino para avanzar en la amistad social y en la cultura  del encuentro”.

En efecto, Jesús es la respuesta. De Jesús tenemos la enseñanza del amor. El amor es lo que cura a la violencia. El Estado argentino debe trabajar para educar primeramente en el amor, valor supremo como enseña la tradición occidental. Y amar no se trata de poseer al otro, se trata de responsabilizarse por el otro (entendiendo dicha responsabilidad no como el darle de comer al otro cuando tiene hambre sino el permitirle al otro que crezca y nos alimente a nosotros cuando tengamos hambre). 

domingo, 11 de mayo de 2014

Escuelas que no hacen escuela

Adultos imposibles

El Servicio Militar Obligatorio era visto en nuestro país como un ritual de iniciación. Entraban chicos a los cuarteles y salían hombres listos para ejercer la ciudadanía. Cuando eliminaron el SMO después de la muerte del conscripto Carrasco, la línea que en el imaginario social dividía a los chicos de los hombres quedó disuelta (esto fue así porque el trabajo, el otro factor que servía para generar madurez, fue destruido junto a la economía nacional). En la Argentina de hoy la adolescencia dura hasta entrados los cuarenta, por eso se les llama “jóvenes” a gente como Victoria Donda, que tiene 37 años, o a Pablo López, que tiene 39.

Vemos como a las escuelas las coloniza La Cámpora, al mismo tiempo en que se fija la edad para empezar a votar a los 16 años. Empero, por otro lado, a esos mismos chicos que militan y votan los vemos darse palizas entre si por motivos tan triviales como el ser feos o lindos, o los vemos criando hijos cuando aún no tienen edad legal para comprar alcohol o cigarrillos.

La Comunidad Educativa desencontrada

La idea de “comunidad educativa” remite al esfuerzo común que las familias y las escuelas realizan para formar ciudadanos decentes y productivos. El problema, hoy en día, es que todos los actores que forman esa comunidad viven en el desencuentro permanente: estudiantes que no son educados en sus casas por lo que difícilmente puedan ser instruidos en las escuelas, padres que por incapacidad o negligencia no se ocupan de sus hijos, y docentes que, además de pelearse entre ellos por cargos y cosas similares, tienen que tolerar a estudiantes irrespetuosos y a padres irresponsables. Un triángulo vicioso, sin dudas, que contribuye a enfermar de violencia a nuestra sociedad

En este escenario no es extraño que suceda cualquier cosa: padres y estudiantes que agreden a docentes, estudiantes que agreden a estudiantes, docentes que agreden a docentes, y hasta docentes que –al no poder devolverle la agresión a los estudiantes o a los padres– terminan llevando su agresión hacia el exterior de la comunidad educativa. De allí que no es extraño lo que pasó hace unos días con la violenta protesta de maestros ante la Legislatura Provincial, y que hizo decir al Diputado Provincial Carlos Zapata, con sobrada razón, que los docentes se comportan como un grupo faccioso que usa la amenaza y la extorsión para obtener privilegios, descuidando en esa acción su tarea de brindar educación de calidad a los jóvenes.  

Salvar la escuela

El modo de salvar a la escuela de su decadencia es reformándola. Hace falta recuperar el pacto entre padres y docentes, exigiéndole más a los docentes y más a los padres –exigiéndoles, en realidad, que cada uno cumpla con su rol, en lugar de pasarse esa responsabilidad entre si. Para ello, claro, es necesario recuperar a la familia, proceso que no se puede realizar con la velocidad que si es factible para reubicar al docente.

La escuela de hoy debe tener tres objetivos básicos: mejorar el rendimiento de los estudiantes para que después no se estrellen con las barreras naturales de la educación superior, evitar la enorme deserción escolar que semejante modificación de la estrategia educativa puede llegar a tener, y combatir las adicciones.

Hoy en día, más allá de los docentes que por la bronca acumulada se suman a las provocaciones destructivas del Partido Obrero, existe un nutrido grupo de maestros, profesores y directivos que, aisladamente, han sabido comprender la situación de sus alumnos y generar experiencias educativas exitosas. Gente que trabajó en contra del sistema y algo logró, pese al enorme interés que los poderes actuales tienen de que la educación fracase estrepitosamente (como lo prueban los vergonzosos resultados en las pruebas internacionales o el comportamiento desaforado de los jóvenes en las calles).  

Un camino hacia la libertad

Mientras el kirchnerismo siga en el poder, difícilmente ocurrirá algún cambio positivo en la educación, por lo que la tarea salvadora de nuestras escuelas es un proyecto a futuro, que tomará su tiempo completar.

Para que haya ciudadanos libres (en realidad para que dejen de haber rehenes de los políticos) se necesita educación. Esa educación, como está probado, no la dará la escuela, como tampoco la dará un mercado laboral parco en oportunidades. Ni la escolarización compulsiva sarmientina ni la educación por las cosas alberdiana pueden resolver la crisis actual. Pero allí donde Sarmiento y Alberdi fallan, es Roca quien puede darnos una pista: al fin y al cabo fue el presidente tucumano el que estableció el Servicio Militar Obligatorio.

Los peronistas bonaerense Mario Ishii, Alejandro Granados y Jesús Cariglino estuvieron de acuerdo en la necesidad de recuperar al SMO para contener a los “ni-ni”, debido a que, la mayoría de ellos, no tienen ningún respeto por la autoridad y ni reconocimiento de los límites, causándole grandes dolores de cabeza a las fuerzas de seguridad, a sus vecinos y, sobre todos, a sus propios padres, quienes –cuando se ocupan de ellos– se ven desbordados.   

Claudia Rafael, una periodista de izquierda, ha dicho que esta propuesta la hicieron los peronistas:
Con la convicción de que será el encierro, el castigo, las viejas prácticas del “corre-limpia-barre” lo que logrará “ponerlos en caja” o lo que permitirá que esos jóvenes “se enderecen” o “se hagan hombres”. Con la certeza –que tiene enorme predicamento en buena parte de la población– de que sólo se crece a través de la humillación y el desprecio.
Lo que esta mujercita llama “humillación y desprecio” es la instrucción militar, que consiste no sólo en desarrollar el cuerpo (muchos de los “ni-ni”, consumidos por el paco, parecen esqueletos que caminan) sino también en templar el espíritu, para poder vencer la lógica debilidad que experimenta un guerrero en el campo de batalla. Es decir lo que los progresistas de pacotillas –laburofóbicos todos ellos– consideran “vejatorio”, es nada más y nada menos que el arte de empujarse a uno mismo hasta el límite para retornar hecho más fuerte, listo para compartir fraternalmente con sus camaradas que han sufrido lo mismo, y para adquirir una perspectiva más realista del mundo.

José Javier de la Cuesta Ávila, un militar retirado, escribió:
[Pese a los cambios en el arte de la guerra] los cuarteles siguen siendo el alojamiento de los militares, y nunca serán reformatorios o internados de señoritas.
Y aquí este hombre tiene un punto sobre el que conviene discutir: si el SMO es para jóvenes que han cumplido los 18 años, ¿no es un poco tarde para la mayoría de ellos que ya han entrado al mundo de la droga o han sobrevivido los intentos de suicidio?

Julio Pereyra, Intendente de Florencio Varela por el Frente para la Victoria, sostuvo que habría que crear escuelas especiales en las que los jóvenes violentos sean vigilados y disciplinados al mismo tiempo en que son formados para que no devengan escoria social. Obviamente Pereyra tenía en mente una institución de tipo militar. Quizás, mientras esperamos que la educación se reencamine, se debería contemplar la idea de llevar una combinación de instrucción cívico-militar a los jóvenes más problemáticos, para que al crecer sientan más deseos de estar del lado argentino que del lado del narcotráfico, el robo o la violencia.

sábado, 10 de mayo de 2014

Militares y militantes

Los oficialistas Mario Ishii y Alejandro Granados se mostraron a favor de la idea de que el Servicio Militar Obligatorio sea reinstaurado en la República Argentina. Los también oficialistas Oscar Parrilli y Agustín Rossi rechazaron enfáticamente esa idea. ¿A qué se debe esta oposición? 

Creo que la respuesta es obvia: Ishii y Granados son más argentinos que oficialistas, contrariamente a lo que sucede con Parrilli y Rossi. Que no se me malinterprete: no estoy diciendo que no se pueda ser argentino “y” oficialista, lo que estoy diciendo es que se puede querer el bien común más que el bien propio y viceversa.

Un motivo inconfesado por los kirchneristas para oponerse con tanta vehemencia al ingreso de los jóvenes “ni-ni” a la institución que hoy en día comanda el fiel oficialista César Milani es porque no quieren competencia. Es decir hay tanto temor de que retorne la colimba porque ello significaría que la política se quedaría sin sus clientes: con militares no habría militantes. 

Si uno observa de cerca la organización de agrupaciones políticas como el Movimiento Evita, La Cámpora, etc. notará que están llenas de colimbas, colimbas que cumplen órdenes sin cuestionarlas, que juran defender con la vida un ideal y que están predispuestos a ejecutar las tareas más indignas e indignantes con total orgullo (tareas como, por ejemplo, asistir a un acto oficial o fraguar una urna el día de la votación). 

La primera gran diferencia entre estos “militantes” y los conscriptos es que su colimba no dura uno o dos años, sino que se dilata en el tiempo y termina por taponearle el acceso a puestos públicos (permanentes, temporales o incluso en forma de pasantías) a un montón de jóvenes que, por capacidad y esfuerzo real, merecen estar allí donde ya está otro.   

La otra gran diferencia es que mientras los conscriptos no mandan sobre nadie, los colimbas políticos, en cambio, mandan sobre los “ni-ni”. El militante, con unos cuantos porros de marihuana en el bolsillo, puede conseguir apoyo “para el Modelo”. Pero para que ello suceda es preciso, antes, que exista alguien a quien modelar y no alguien ya modelado según el espíritu de grandeza en que se formaron los nobles militares de nuestro país.  

viernes, 9 de mayo de 2014

Ishii: una voz en el desierto progresista

Ishii vistiendo y obsequiándole un
poncho salteño al Papa Francisco 
Se pueden hacer muchas lecturas sobre la propuesta de Mario Ishii (hombre del Senado de la Provincia de Buenos Aires por el Frente para la Victoria) para que vuelva el Servicio Militar Obligatorio, sin embargo, por lo pronto, me interesa sólo una: la necesidad de reinstaurar el SMO para que funcione como complemento educativo y como contenedor social.

Muchos kirchneristas se oponen a Ishii, sosteniendo que para la Generación Ni-Ni existe el Plan Progresar, el cual no es otra cosa más que un subsidio que se les da a los jóvenes de entre 18 y 24 años para que se inscriban en las universidades o en los institutos terciarios, o para que financien sus estudios destinados a obtener el título del secundario o del primario si aún no lo obtuvieron. 

El gran problema del Plan Progresar es que tiene por propósito arrojar a centenas de miles (o quizás a millones) de jóvenes a las fauces de una educación de pésima calidad, pues del otro lado esos jóvenes tienen a un mercado laboral que sólo puede ofrecerles o un puñado de trabajos que no dignifican o el más puro y triste desempleo. Que la idea del SMO gane cada día más apoyo es síntoma de eso: si la escuela no hace nada para civilizar y culturizar, si el trabajo formal es tan escaso que se ha convertido en un privilegio y no en un derecho, entonces alguien tiene que tapar los huecos por donde se escurre la nación. 

El SMO tiene esa virtud: educa en valores y enseña autonomía y solidaridad. La disciplina militar, que emana del orden y de la jerarquía, no pretende formar hombres obedientes sino que busca constituir hombres respetuosos, organizados y autosuficientes. La escuela y el trabajo apuntan hacia lo mismo, sin embargo al ser menos explícitos en sus prácticas hay más espacio para el desvío e, incluso, la pérdida total de sus objetivos básicos. 

Por tanto creo yo que la discusión no es si conviene o no conviene recuperar el SMO: la verdadera discusión es qué clase de SMO queremos recuperar, ¿uno que se asemeje a aquella gloriosa institución que formó a muchísimos de los argentinos más ilustres? ¿o uno que sea fiel reflejo de nuestro país estéril y espiritualmente castrado?