viernes, 30 de mayo de 2014

Billetes argentinos: el negocio de la tinta

Cuando el mes pasado el gobierno anunció la producción de billetes de $50 con imágenes que reafirman la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas se multiplicaron las quejas por la denominación escogida para dichos billetes. ¿Por qué hacer un billete de $50 y no uno de $200, $500 o hasta $1000? 

La respuesta que se le dio a ese interrogante -que es la misma respuesta que se viene dando desde hace años- es que el gobierno se niega a reconocer la inflación, por lo que imprimir billetes con esas denominaciones implicaría asumir el fracaso. Sin embargo, a estas alturas, ya nadie puede negar que el gobierno ha aceptado que al país lo está devorando la inflación. Entonces la excusa para negar la existencia de billetes de $200, $500 o $1000 ya no parece válida.

Jorge Asís, indagando sobre el tema, propone una teoría que resulta más que creíble:
La tinta calcográfica común cuesta irrisorios cincuenta dólares el kilo. En cambio la tinta OVI, la refinada del superior Tío Philippe, cuesta tres mil. 
La OVI más cara es la tinta que aquí se utilizó para hacer “los Roca de 100”. Y trasciende ahora que para confeccionar “los Evita de 100” es necesario utilizar, incluso, más tinta. 
Consta que en 2014 se fabrican comparativamente seis veces más billetes de 100 de los que se fabricaban en el 2000. Por entonces, en 2000, en tinta OVI se gastaban cinco millones de dólares por año. 
Hoy, con el advenimiento del cristinismo, Argentina gasta 34 millones en la misma tinta. Entre dos millones y medio, o tres millones de dólares por mes. 
Si se produjeran los billetes de 200, como pregona Cortina, se utilizarían considerablemente muchos menos kilos de tinta. Tal vez la mitad. En desmedro de la generosidad del Tío Philippe. 
Y si se produjeran los billetes de 500 para el Tío Philippe -y sus sobrinos- la fiesta sería distinta. Y su generosidad menor. Sobre todo en materia retributiva.

No hay comentarios:

Publicar un comentario