miércoles, 28 de mayo de 2014

De candidato a la castración a hombre libre

Fabricio Álvarez Albarracín solía salir por las noches en una moto. A simple vista, parecía alguien haciendo un delivery. Sin embargo éste sujeto recorría las calles no por dinero, sino por placer: le daba placer atacar a mujeres y someterlas a sus más bajos instintos. La policía lo detuvo y fue a juicio. Allí se probó que Álvarez Albarracín había cometido, al menos, ocho violaciones. Las mismas las había ejecutado mientras estaba en libertad condicional, ya que anteriormente había sido condenado a 4 años de prisión por otros delitos.

En su momento, los jueces se lucieron contra Álvarez Albarracín: lo sentenciaron a 50 años de prisión. Eso ocurrió en 2011. Ahora, tres años después, otros jueces plantearon que darle una condena tan larga a alguien es “cruel e inhumano”, por lo que se está discutiendo la posibilidad de hacerle una reducción generosa a su pena. El fundamento para semejante disparate es que la cárcel existe para resocializar a los prisioneros, y una condena tan larga le quita la oportunidad a alguien de hacerlo.

En lo personal creo que Álvarez Albarracín se quitó él mismo las oportunidades al convertirse en un violador serial, actuando cruel e inhumanamente contra las víctimas que escogió. Y, por supuesto, creo que alguien así no recibió el castigo que merece por el daño que hizo. En casos así habría que cortar por lo sano.  

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