En la actualidad Bolivia
demuestra ser un país pujante, cuyo manejo de la economía nacional lo ha
posicionado en un lugar ventajoso ante Argentina. De allí que en los últimos
tiempos haya empezado a latir algo que en otra época hubiese parecido insólito:
la posibilidad no sólo de que Bolivia avance sobre nuestro territorio, sino que
además nuestra población opte por acoger a ese avance como una posibilidad de
salvación. Los Kirchner han logrado algo asombroso: castrar el orgullo de ser
argentino.
Tristes trópicos
En el año 2012 se conoció en el
país la noticia de que un grupo de ciudadanos chilenos de la región de Aysén
clamaban por ser argentinos. Se trataba, claro, de una ironía, puesto que de
ese modo aquella gente generaba eco a su protesta: postergados en materia de
transporte, salud y energía, la gente de Aysén estaba dispuesta a renunciar a
su ciudadanía para recibir aquello que es vital para vivir una vida digna. El
Presidente Sebastián Piñera, preocupado por la situación, reaccionó enviando a
varios ministros de su gabinete para consensuar soluciones con la ciudadanía.
San Martín es un departamento en
el norte de Salta que, pese a las diferencias geográficas, bien podría ser
hermano de Aysén. El Trópico de Capricornio domina la vida cotidiana de la
zona. En los meses primaverales y veraniegos, los termómetros estallan en
ciudades como Tartagal, Embarcación y General Mosconi, pues la temperatura
llega a alcanzar los 50º. Resistir ese calor no es fácil, y más cuando la gente
de allí se encuentra con el mismo abandono que sufre la gente de Aysén: escasez
–por no decir completa desaparición– del agua potable y de la energía
eléctrica. Y, al igual que los chilenos reaccionan solicitando convertirse en
argentinos, estos argentinos reaccionan solicitando convertirse en bolivianos,
pues mientras el sistema hídrico y energético colapsaba aquí y la gente salía a
las calles a protestar, del otro lado de la frontera vivían su día como si se
tratase de cualquier otro día.
¿Cuál ha sido la respuesta de la Presidencia de la Nación ante semejante
escándalo? El más absoluto desinterés, claro. Para esa gente, el norte de
Salta, simplemente, les importa un bledo. Mientras la región no entre en
rebelión fiscal, entonces para ellos no hay nada de que preocuparse, ni mucho
menos nada de lo cual ocuparse.
El calor y la crisis
Los Diputados Provinciales del
norte de Salta, oficialistas y opositores, coincidieron en que es urgente que
el gobierno intervenga para que la provisión de agua y energía esté
garantizada. La ausencia de estos servicios ha sumido a la zona en la
indignación y la violencia.
El sábado 18 de octubre, mientras
que un apagón afectaba a Tartagal y las canillas de la ciudad no otorgaban ni
una gota de agua, un motín de detenidos estalló en la Comisaría Nº 42. Los encerrados
esperaban que llegase un camión de bomberos a entregarles un poco de agua, sin
embargo las autoridades de la unidad policial les enviaron a un equipo de
fumigación que había pautado previamente trabajar ese día en aquella
dependencia policial. Los detenidos se enfurecieron con la situación, y se
rebelaron. En consecuencia varios oficiales se vieron obligados a intervenir
para detener la sublevación. Al final la propia policía intentó desmentir el
hecho, asegurando que no hubo ningún motín –por más que los vecinos de la zona
digan lo contrario.
Pero eso no fue todo. El norte de
Salta está poblado por un ejército piquetero que, desde hace años, trabaja por
generar caos para llamar la atención. Ante un escenario de calor y crisis,
estos sujetos no se privaron de actuar. Así fue como cortaron la ruta nacional 34 a la altura del acceso a
General Mosconi, y se apropiaron de un ómnibus de pasajeros y de un camión
cisterna.
Cuando los funcionarios del
gobierno y efectivos de la Gendarmería Nacional fueron a negociar el fin de
piquete, los revoltosos les recordaron el fracaso del Fondo de Reparación
Histórica (una puesta en escena demagógica que prometió más de lo que logró) y les
exigieron la realización urgente de obras de infraestructura, sosteniendo que
de no hacerlo volverán a cortar rutas. Lo que se rumorea es que la agrupación
Quebracho, protagonista habitual de las acciones violentas en la zona, estaría
armando una empresa para ofrecer los servicios de desarrollo de infraestructura
que la provincia requiere. La financiación de esta empresa provendría desde
Bolivia.
Bolivia nos aspira
Hasta hace poco era muy común que los argentinos cruzaran la frontera
internacional argentino-boliviana para adquirir ciertos productos a precios más
convenientes que en Argentina. Hoy en día, sin embargo, esta situación se ha
revertido. Debido a la devaluación que padecemos, el peso boliviano vale
actualmente más que el peso argentino. Eso significa que los bolivianos, con su
dinero, pueden comprarnos a nosotros todo lo que ellos necesiten por un precio
más barato que el que se maneja en su país.
Recuerdo haber ido de adolescente
a Yacuiba junto a mis padres a hacer compras en la década de 1990. Con muy poco
dinero, nos llevábamos bolsas y bolsas de ropa. Nos resultaba más barato. Ahora
esto se ha invertido: los bolivianos son los que cada vez con más frecuencia
programan los tours de compra. También el contrabando de Argentina hacia
Bolivia se ha incrementado en un nivel insólito.
¿Qué es lo que hace a Bolivia tan
próspera que hoy en día nosotros estamos a su sombra? La economía en primer
lugar. La explotación y la exportación de sus reservas gasíferas y petroleras
se incrementó en los últimos diez años, aumentando también las regalías que le
quedan al Estado boliviano (dado que el precio internacional de los
combustibles aumentó, las compañías del sector energético consintieron
aportarle más a Bolivia sin necesariamente menguar sus ganancias). El sector
minero, basado en el litio, y el sector
agrario, basado en la soja y en la quinoa, también contribuyeron positivamente
en la economía boliviana.
El dinero recaudado por el Estado
boliviano sirvió para incentivar el consumo. Y a la hora de gastar en salud,
seguridad o educación, Evo Morales decidió simplemente no hacerlo. Por eso, al
día de hoy, los bolivianos siguen viajando a Argentina para recibir asistencia
médica de calidad a un muy bajo precio (sólo pagan los gastos de su estadía),
el país está colonizado por narcotraficantes que operan sin encontrar
resistencia, y su población es aterradoramente inculta e ignorante.
La migración de argentinos a
Bolivia quizás pueda llegar a ser un fenómeno positivo, dado que esa gente le
aportaría a ese país una cuota de ilustración y conciencia cívica que los
bolivianos no tienen. De todos modos, conciente el gobierno boliviano de que
ello podría atentar contra la continuidad de su sistema demagógico, hacen todo
lo posible para frenar la inmigración, justo lo contrario a lo que sucede en
Argentina.
Kirchnerlandia
En enero de este año el diario El Tribuno de Salta dio a conocer el
drama que estaban atravesando 17 familias argentinas en el departamento Santa
Victoria, cuando el gobierno de Bolivia, interesado por el uranio y el torio,
decidió reposicionar los mojones limítrofes para controlar el territorio que,
en definitiva, les corresponde controlar.
Cuando la noticia llegó a la
prensa nacional, el gobierno kirchnerista acusó al diario salteño de estar
fabulando. No les importó que las familias que denunciaban haber sido
desplazadas fuesen reales. ¿Para qué enemistarse con la “generosa” Bolivia por
sólo un puñado de personas? ¿Acaso unos cuantos hombres y una cuantas mujeres que
se sienten identificados con el celeste y blanco de la bandera nacional son más
importante que el fraternal abrazo de Néstor Kirchner y Evo Morales que unió el
destino de las dos naciones? ¿Sirve de algo escuchar a un grupo de argentinos
que desobedecen al régimen kirchnerista por el minúsculo hecho de querer seguir
siendo argentinos?
En El Tribuno de hoy salió una nota sobre un caserío en la ciudad de
Salta, ubicado a la vera del 2100 de la Avenida Monseñor
Tavella. La gente de allí dice no tener servicios básicos, sólo cloacas que se
rebalsan cuando llueve. Como la zona no tiene nombre, algunos pensaron en
bautizarla “Barrio Che Guevara”, pensando en la posibilidad de que un nombre
puede hacer más tangible su existencia. Yo les sugiero a los vecinos de ese
lugar que, en lugar de ponerle el nombre del infame filibustero, le pongan
“Kirchnerlandia”. En cuanto circulen fotos del lugar que utiliza el “Santo
Nombre de Néstor” en vano, los ciegos que gobiernan quizás vayan en su ayuda,
quizás sientan vergüenza por primera vez en su vida.