Una vez más, la democracia
argentina produjo un fraude. Y un fraude escandaloso. Más allá de la catarata
de denuncias sobre el voto electrónico (gente que fue a votar, falló el sistema
y terminó metiendo en la urna un voto en blanco, gente cuyo voto no coincidía
con lo que habían presionado en la pantalla, etc.), hay una cuestión evidente
de números. Alfredo Olmedo dijo que, en 2013, él ganó en Rosario de Lerma como
candidato a Senador, sin embargo, en esta elección, el candidato a intendente
del Frente Romero + Olmedo se impuso en la ciudad, en tanto que la fórmula
gubernamental terminó perdiendo ante el oficialismo. ¿Acaso los rosarinos se
desenamoraron de Olmedo para apoyar nada más y nada menos que a Urtubey?
Veamos los números de 2013: en
las PASO, Olmedo obtuvo el 19,84% y Romero el 21,86% de los votos válidos; en
las generales, en cambio, el primer candidato consiguió el 22,64%, en tanto que
el segundo hizo el 24,57%. Romero + Olmedo fueron la primera opción del 41% del
padrón salteño. ¿Cómo puede ser que juntos pierdan 8 puntos?
Probablemente a más de un votante
le cayó mal la alianza entre dos hombres tan disímiles como Romero y Olmedo. Pero dudo que los romeristas hayan abandonado a su candidato por juntarse con
Olmedo: Olmedo representa un conservadurismo moral que promueve la vida, el
orden, la familia, la seguridad y la paz; probablemente haya algún homosexual
romerista o algún ultraliberal que esté en contra del discurso olmedista, ¿pero
necesariamente esa persona apoyaría a Urtubey, un candidato también conservador
en muchos aspectos?
Los romeristas que abandonaron a
su líder por vincularse a Olmedo se deben contar con los dedos de la mano. Si
algo ha hecho Romero a lo largo de su carrera como político ha sido la de
incorporar gente de todo color y pelaje a sus filas, por lo que Olmedo lejos
está de ser una rara avis en un
armado romerista.
Ahora bien, quienes si pudieron
haber rechazado la fórmula son los votantes de Olmedo. A Olmedo lo apoya el
pueblo trabajador salteño –que lo ve como un hombre al que pueden acceder– y un sector
de la clase media antikirchnerista que, si bien puede ser que no esté de
acuerdo con la retórica olmedista, lo consideran un hombre honesto, que hizo su
fortuna trabajando en lo suyo y no extrayendo dinero del Estado. Esa gente –me
refiero, claro, al segundo grupo– pudo haberse inclinado hacia Urtubey para
evitar el regreso de Romero. ¿Pero la sangría del voto olmedista anti-romerista
es tan grande como para abarcar ocho puntos (unas 50.000 adhesiones)? ¿Hay tanta
gente que aborrece más a Romero que al kirchnerismo?
Yo creo que no. Creo que las
encuestas anteriores a la elección que marcaban entre un 39% y 42% para la
fórmula Urtubey-Isa, y entre un 37% y un 40% para la fórmula Olmedo-Romero, son
correctas.
Entonces hubo fraude.
En 2013, en esas elecciones a las
que se presentaron Romero y Olmedo por separado, hubo urnas de cartón y boletas
de papel. Ahora, en cambio, solamente urnas electrónicas (las urnas de cartón siguen
estando, y los votos en papel también, pero son un dato anecdótico que parece
que nadie quiere molestarse en controlar).
En las elecciones presidenciales
de 2011 ya había acontecido algo similar: en distritos gobernados por la
oposición, ganó Cristina Kirchner con comodidad. ¿Acaso los argentinos sufren
de esquizofrenia política? ¿O hay otra cosa?
Salta fue parte de una
estrategia. No hace falta que hable aquí de la pésima imagen que tiene el voto
electrónico a nivel internacional. Lo impusieron en Venezuela y Nigeria, pero
lo rechazaron en Austria y Suecia. Sin embargo no creo que vayan a imponerlo
aquí, país más cercano a Venezuela que Austria. Lo que creo que van a imponer es la idea de que el kirchnerismo no está
muerto.
Quiero decir el NOA no es feudal porque la
gente sea pobre e ignorante, es feudal porque existe la idea de que la gente es
pobre e ignorante. Ello facilita los manejos políticos, los contubernios y las
prácticas fraudulentas. Cuando el tucumano Alperovich ganó con un escandaloso 78% en el 2007, fue –según una opinión muy difundida– porque sus
comprovincianos son unos “negros” que “no aprenden más”. Obviamente que el
tucumano no es así, pero la idea ya está instalada en el imaginario popular.
Entonces un gobernador hebreo puede obtener ese resultado inverosímil sin ser cuestionado.
Tras el triunfo de Urtubey
aparecieron Florencio Randazzo, Aníbal Fernández y “Wado” de Pedro, tres
personajes que no habían asomado la nariz durante la campaña, ya que sólo
Romero y Olmedo habían nacionalizado la elección al invitar a Massa y a Macri a
que los apoyen. Los kirchneristas quieren ahora apropiarse del triunfo, pues
sea fraudulento o no, es la prueba de que todavía están de pie sobre el ring. Ello es falso, claro, pero así como está muy arraigada la idea de que los tucumanos son así y asá, también buscan arraigar la idea de que el argentino es kirchnerista por naturaleza.
El ciclo político argentino,
entonces, parece no acabar nunca. La nueva república que iban a fundar quienes
se oponen al actual oficialismo se enfrenta a un sciolismo enérgico y cada vez
más parasitado por kirchneristas.
Imposibilitados de ser salvados
como en otras oportunidades por los patriotas de las FFAA, a los argentinos
sólo nos queda la rebelión ciudadana. La casta política nacional (que incluye a
oficialistas y opositores) tiene miles de razones por las cuales colapsar, pero
mientras la gente no reaccione, entonces seguiremos como ahora: viendo crecer a
la “tramparencia”.