miércoles, 24 de abril de 2013

El Grupo Clarín, el Kirchnerismo y la República herida

Un poco de memoria

Circo cotidiano
La sociedad argentina está dividida. De eso no caben dudas. Pero la división no es real, es sólo una división generada por el dinero. En rigor no es el dinero en si mismo el que ha generado la división, sino los hombres que lo codician. ¿Por qué digo esto? Porque hoy por hoy, lamentablemente, millones de argentinos estamos atrapados en medio de una disputa entre el Grupo Clarín y el gobierno kirchnerista que está arrastrando consigo a la República misma.

En el año 2008 muchísimos productores rurales salieron a reclamar a las rutas y a las calles, cansados de que el gobierno nacional abusara de ellos a través de las altísimas retenciones impositivas estipuladas para su actividad. En aquella oportunidad el multimedio Clarín decidió apoyar a los ruralistas, dándoles amplia cobertura a sus reclamos. El episodio culminó con la famosa votación “no-positiva” del vicepresidente Julio Cobos y el consiguiente tambaleo kirchnerista. A partir de allí se generó una disputa entre el kirchnerismo y el Grupo Clarín que fue creciendo con el tiempo.

En la actualidad asistimos a la magnificación de esa disputa. Si hoy el gobierno plantea reformar al Poder Judicial atropellando ciertos principios republicanos elementales, no es por otra cosa más que por su conflicto con el Grupo Clarín, al cual esperan vencer definitivamente alterando con brusquedad el mecanismo de elección de jueces y reduciendo las funciones y atribuciones de este poder del Estado.

Hijos de la misma madre

Compañeros de ruta
Lo curioso es que antes de ser el Grupo Clarín y los kirchneristas los enemigos acérrimos que son ahora, en su momento fueron grandes compinches. Es que ambos compartían el mismo objetivo: hacer dinero. Tener dinero es importante para poder sobrevivir en el mundo contemporáneo, pero cuando la existencia de alguien se reduce casi exclusivamente a pensar los modos de llenarse los bolsillos entonces se ha caído en la miseria. El miserable no es aquel que carece de todo, sino el que tiene todo y quiere seguir teniendo más porque le falta un propósito en la vida diferente al de agrandar su patrimonio, o sea es el que ha convertido al dinero en un fin y no en un medio. Tanto los directivos del Grupo Clarín como los kirchneristas cubren el rol del miserable a la perfección.

Cuando se planteó una verdadera división en la sociedad argentina –una división basada no en intereses económicos sino en valores comunes– el kirchnerismo y el Grupo Clarín coincidieron. Me refiero, claro, a momentos patéticos como la aprobación del matrimonio entre homosexuales: en esa oportunidad la gran mayoría de los kirchneristas (incluyendo al propio Néstor Kirchner) se inclinó por legitimar la aberración, del mismo modo que el Grupo Clarín utilizó sus espacios para multiplicar las voces que vendían la impostura homosexualista sin hacer demasiado para desenmascararla. A los periodistas de Clarín, TN y Radio Mitre los vemos a diario informando sobre los deslices y delitos de militantes y funcionarios kirchneristas; ¡que lindo hubiese sido verlos trabajar así en contra de los elegebetistas y sus mentiras!

La oposición automática

La actitud del Grupo Clarín frente al asunto del matrimonio entre homosexuales, esa actitud cobarde de no querer buscar decir la verdad o de no querer distinguirla claramente de la niebla de mentiras que la rodea, muestra lo que en realidad es esa corporación. Se deduce de allí que cuando los de Clarín apoyaron a los ruralistas no lo hicieron porque fuese lo justo, lo hicieron porque era lo que les convenía en ese momento.  

Ahora esa priorización de lo conveniente por sobre lo justo se produce dramáticamente para la gente del Grupo Clarín. Lo vemos, por ejemplo, en el modo en que recientemente hablaron de Alfredo Olmedo en torno a la votación de la reforma del Poder Judicial. Algunos think tanks lobbistas como CIPPEC, Poder Ciudadano y la ADC (la misma ONG que patrocinó movidas para prohibir la enseñanza de la religión en escuelas públicas de Salta) realizaron una campaña para que una docena de diputados cuya posición en relación al tema no era fácil de definir optaran por bloquear el proyecto del oficialismo.

Convirtiendo a la democracia en un juego de héroes y villanos
Lo que en el fondo los lobbistas pedían es que ninguno de esos diputados diese quórum, pues para frenar la sanción de las reformas al Poder Judicial la única posibilidad era que no se votase, ya que al kirchnerismo siempre le alcanzó para lograr la mayoría. Olmedo anticipó que no se iba a negar a dar quórum, ya que es leal a la idea de que el ausentismo voluntario por parte de un parlamentario es una burla irrespetuosa al trabajador argentino, y se supo de boca de sus allegados que nuestro diputado iba a votar negativamente. Eso es todo. Sin embargo Clarín aprovechó la oportunidad para atacar a alguien que no es un kirchnerista pero que tampoco es un opositor, publicando un artículo en donde –sin simular imparcialidad o neutralidad– valoran negativamente una serie de brillantes propuestas olmedianas para mejorar la calidad de vida y lograr la armonía social en este país. 

Olmedo es de la gente de Salta, del pueblo argentino, un independiente que, según sus convicciones, valores y principios, vota a favor cuando es necesario y en contra cuando hace falta. El Grupo Clarín, inmerso en su fatal lucha contra el kirchnerismo (fatal para los que no estamos ni con unos ni con otros), no le perdona a Olmedo que no se deje controlar automáticamente, no le perdona que trabaje para los ciudadanos argentinos y no para las cajas fuertes de Herrera de Noble, Magnetto y los demás millonarios. Y si no se lo perdona a él, tampoco nos los perdona a los millones de argentinos que, a diferencia de ellos, no somos unos miserables. 

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