jueves, 25 de abril de 2013

Golpe de República

La codicia, la soberbia y el resentimiento de los kirchneristas logró esta vez llevarse por delante a la República, la misma que nació formalmente en Tucumán en 1816. Y lo peor fue que sólo lo lograron gracias a la complicidad de una piara de infames cobardes, que, en lugar de representar al pueblo que los eligió, representan al Poder Ejecutivo.

La República, para funcionar como tal, requiere de independencia y autonomía de los tres poderes del Estado, pero el Poder Legislativo se ha convertido, tristemente, en un mero anexo burocrático de la voluntad del Poder Ejecutivo. Ahora el Poder Judicial va camino a repetir la suerte del Legislativo, gracias a la decisión de una centena de golpistas que, sin sufrir de vergüenza ni padecer de culpa, sostiene el capricho de una presidencia visiblemente desequilibrada.

Esta reforma, como dice Olmedo, “no resuelve las cuestiones más urgentes para los argentinos”. Y no lo hace porque su concepción fue despreciable, ya que no nació para ayudar a derrotar a la atroz inseguridad que día a día gana las calles y obliga al argentino honesto a vivir con miedo, sino que nació para zanjar una disputa entre dos bandas de plutócratas.

El Grupo Clarín seguramente tiembla, y prepara una estrategia (política, social, cultural, económica) para combatir a la ley diseñada para atacarlos. El problema no es la guerra entre el kirchnerismo y el Grupo Clarín, sino lo que viene después de que ésta acabe. Como en toda guerra –una vez que concluye con la victoria para una de las dos partes en lucha o con un empate– lo que quedan son ruinas. En este caso serán las ruinas de la República las que la última decisión de los Diputados nos dejan. Y nos dejan las ruinas para que habitemos en ellas, cuando hace muy poco teníamos un fuerte edificio en pie, el cual sólo necesitaba remodelaciones mas no su demolición. 

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