Claramente este episodio nos
habla de un espantoso mal contemporáneo: la ludopatía. La misma es parte del
mundo de las adicciones.
Se tiende a pensar que los
adictos son gente de escasos recursos y con pocas expectativas en su futuro,
pero la realidad es que cualquier persona, sin importar demasiado su edad o sus
ingresos, puede convertirse en adicta. Ciertamente se entiende que aquel que
nada tiene se incline por la autodestrucción, por lo que a todos escandaliza el
enterarse de que una persona de buena posición económica y dueña de sus
decisiones es esclava de sus adicciones.
Lo peor es que ese tipo de
adictos abundan en nuestro país. Y muchos de ellos ocupan cargos públicos, vale
decir son responsables de los destinos de nuestra República. Esta semana el
diputado provincial pejotista Horacio Thomas presentó un proyecto de ley muy similar al
que Alfredo Olmedo había presentado el mes pasado en el Congreso de la Nación : solicitar a los funcionarios
públicos que declaren cuáles son sus adicciones. En concreto Thomas propuso
realizar exámenes toxicológicos para que se sepa quienes tienen conductas
adictivas y se les impida llegar a asumir sus puestos de servidores públicos si
se encuentran mentalmente afectados por ello.
Uno podría pensar que tanto
Thomas como Olmedo están lanzando consignas incendiarias sólo para llamar la
atención, pero yo creo que esto no es mera pirotecnia verbal. Creo, de hecho,
que si se efectivizaran propuestas como la de Thomas y Olmedo saldría a la luz
que muchos personajes reconocidos de la política provincial y nacional son unos
patéticos adictos al alcohol, a las drogas, al juego y a otras cosas. ¿Podemos
confiarles el presente a gente así? ¿Podemos dejar que los viciosos se hagan
pasar por gente respetable? ¿Podemos permitir que hayan tantas caretas entre la gente que tiene que poner la cara?
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